Carta de amor
Te pido perdón cuerpo,
porque necesito experimentar para aprender
y eso a ti te va haciendo mella,
y eres tú quien me soporta y me permite vivir.
Perdón por permitir que una energía tan fuerte entre en casa
y golpeé tu paz,
aunque sea por un instante.
Por llevarte al límite a veces,
por agotarte y herirte.
Te pido perdón y me pido perdón a mí,
porque yo sólo quiero tener bonitos vínculos con las personas, y conmigo misma.
Conocer, más allá de estándares, límites y protocolos.
Más allá de promesas y de futuros llenos de miedo
y necesidad y pasados llenos de carencia.
Quería ver a otro ser y ser vista por él,
y tratarnos como se trata a otro ser cuando verdaderamente le has visto.
Con cariño, amor y respeto.
Con todo el cariño, el amor y el respeto del mundo.
Del pequeño pero inmenso mundo que cabe en la intimidad de una relación.
De verdad entiendo que merezco respetarme y respetarte.
Por eso me pido y te pido perdón,
porque no me gusta correr y por costumbre corro.
Y por costumbre arriesgo y pruebo, e ignoro las señales, y no dejo que el tiempo me muestre.
Perdón porque parece que quisiera correr delante del tiempo y que no me alcanzase,
como si la vida estuviese en ese pequeño instante en el que le saco algo de ventaja
y al menos respiro.
Perdón porque, aunque estoy tratando de aceptar la vida y de aceptar en quién me ha convertido,
para transformarlo,
para la compasión se necesita calma, paciencia y tiempo,
y de alguna manera aún es mi naturaleza la huida,
sus prisas y sus malos tragos.
Te pido perdón pero también te doy las gracias.
Gracias, porque hoy me miro y soy capaz de verme de una forma muy distinta.
Porque ahora soy capaz de sentirme.
De sentir lo que siento HOY,
cuando antes sólo podía acceder a un pobre recuerdo cargado del dolor que me hicieron sentir en el pasado,
que me obligaba a llevar cualquier historia cargada con el mismo dolor hasta el final.
Gracias por enseñarme poco a poco a caminar disfrutando y no ahogándome,
y por demostrarme el valor de mi intuición.
Hoy sé, entiendo y hago todo lo que puedo por integrar amor y respeto a raudales.
Por entender que si quiero encontrar palabras sinceras, tiempo de calidad, afecto, calma…
tengo que encontrarlas en mí y saber dármelas.
Gracias por enseñarme a sentir el rechazo, a entenderlo,
y sobre todo, por enseñarme a actuar a favor de mi bienestar.
Por no juzgar a los otros cuando no son lo que espero,
pero tampoco engañarme y jugar al juego de fingir que sí lo son.
Gracias por enseñarme a lidiar con el rencor,
y en lugar de esperar que me den lo que quiero, porque sí,
empezar a dármelo yo misma,
porque lo merezco.
Gracias por enseñarme que siempre que haya buena intención
y un motivo honesto por el que hacer las cosas, saldrá bien.
Gracias por llevarme a ser esa honestidad y esa intención limpia.
Por permitirme seguir buscando,
cada vez más conectada conmigo,
sin soltarme, sin perderme,
sin renunciar a mí.
Por permitirme conocer y experimentar,
y por ayudarme a reconocer rápido, muy rápido, lo que no se siente acorde.
Por mostrarme que mi forma de amar es bella y es entregada.
Y para que pueda expresarse debo estar en lugares que me hagan sentir que puedo ser vulnerable,
que puedo ser yo misma, contar qué me duele, qué me hace feliz…
y que todo eso sea escuchado y abrazado.
Que ya no tiene sentido para mí quedarse en lugares donde para encajar tienes que moldearte,
callar, ceder y aguantar hasta en los más pequeños detalles,
existiendo lugares y personas donde ser tú es fácil,
es un reto
y es crecimiento a caricias y no a golpes.
porque necesito experimentar para aprender
y eso a ti te va haciendo mella,
y eres tú quien me soporta y me permite vivir.
Perdón por permitir que una energía tan fuerte entre en casa
y golpeé tu paz,
aunque sea por un instante.
Por llevarte al límite a veces,
por agotarte y herirte.
Te pido perdón y me pido perdón a mí,
porque yo sólo quiero tener bonitos vínculos con las personas, y conmigo misma.
Conocer, más allá de estándares, límites y protocolos.
Más allá de promesas y de futuros llenos de miedo
y necesidad y pasados llenos de carencia.
Quería ver a otro ser y ser vista por él,
y tratarnos como se trata a otro ser cuando verdaderamente le has visto.
Con cariño, amor y respeto.
Con todo el cariño, el amor y el respeto del mundo.
Del pequeño pero inmenso mundo que cabe en la intimidad de una relación.
De verdad entiendo que merezco respetarme y respetarte.
Por eso me pido y te pido perdón,
porque no me gusta correr y por costumbre corro.
Y por costumbre arriesgo y pruebo, e ignoro las señales, y no dejo que el tiempo me muestre.
Perdón porque parece que quisiera correr delante del tiempo y que no me alcanzase,
como si la vida estuviese en ese pequeño instante en el que le saco algo de ventaja
y al menos respiro.
Perdón porque, aunque estoy tratando de aceptar la vida y de aceptar en quién me ha convertido,
para transformarlo,
para la compasión se necesita calma, paciencia y tiempo,
y de alguna manera aún es mi naturaleza la huida,
sus prisas y sus malos tragos.
Te pido perdón pero también te doy las gracias.
Gracias, porque hoy me miro y soy capaz de verme de una forma muy distinta.
Porque ahora soy capaz de sentirme.
De sentir lo que siento HOY,
cuando antes sólo podía acceder a un pobre recuerdo cargado del dolor que me hicieron sentir en el pasado,
que me obligaba a llevar cualquier historia cargada con el mismo dolor hasta el final.
Gracias por enseñarme poco a poco a caminar disfrutando y no ahogándome,
y por demostrarme el valor de mi intuición.
Hoy sé, entiendo y hago todo lo que puedo por integrar amor y respeto a raudales.
Por entender que si quiero encontrar palabras sinceras, tiempo de calidad, afecto, calma…
tengo que encontrarlas en mí y saber dármelas.
Gracias por enseñarme a sentir el rechazo, a entenderlo,
y sobre todo, por enseñarme a actuar a favor de mi bienestar.
Por no juzgar a los otros cuando no son lo que espero,
pero tampoco engañarme y jugar al juego de fingir que sí lo son.
Gracias por enseñarme a lidiar con el rencor,
y en lugar de esperar que me den lo que quiero, porque sí,
empezar a dármelo yo misma,
porque lo merezco.
Gracias por enseñarme que siempre que haya buena intención
y un motivo honesto por el que hacer las cosas, saldrá bien.
Gracias por llevarme a ser esa honestidad y esa intención limpia.
Por permitirme seguir buscando,
cada vez más conectada conmigo,
sin soltarme, sin perderme,
sin renunciar a mí.
Por permitirme conocer y experimentar,
y por ayudarme a reconocer rápido, muy rápido, lo que no se siente acorde.
Por mostrarme que mi forma de amar es bella y es entregada.
Y para que pueda expresarse debo estar en lugares que me hagan sentir que puedo ser vulnerable,
que puedo ser yo misma, contar qué me duele, qué me hace feliz…
y que todo eso sea escuchado y abrazado.
Que ya no tiene sentido para mí quedarse en lugares donde para encajar tienes que moldearte,
callar, ceder y aguantar hasta en los más pequeños detalles,
existiendo lugares y personas donde ser tú es fácil,
es un reto
y es crecimiento a caricias y no a golpes.
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