Que nadie venga a salvarnos

La realidad es que no.
En este campo de batalla
que un día fue mi casa;
suelo donde pisaba 
y construía mi vida,

Mientras corro delante de este fantasma
que algunos llaman patria
otros libertad
otros progreso
y otros justicia,
con mi hijo anclado a un brazo
llorando,
y el otro brazo limpiando mi frente
de sudor y lágrimas 
para ver con más claridad
el siguiente paso,
que quizá sea el último…

Nadie vendrá a salvarnos.

No aparecerá nuestro héroe 
justo cuando el culmen del drama 
está a punto de suceder.

Y ojalá no aparezca.

Porque si aparece, 
mi vida
y la de mi hijo
no terminará aquí,
pero la vida de los suyos 
será condenada
a una deuda infame
a un precio más alto
que el del final de la carne;
que tarde o temprano renacerá.

La tierra mojará este calor de guerra
que abrasa las vidas
y se ancla 
en el suelo que pisamos.

Secará el dolor
y reverdecerá 
por las mismas grietas
que hoy nos enseñan lo efímero y lo vulnerable.

Y nosotros habremos muerto vulnerables.

Y con los nuevos brotes, 
frágiles y fuertes,
cargados de futuro, 
de la verdadera patria,
la verdadera libertad,
y la más bella justicia,
brotaremos.

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octubre 15, 2025

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