A los márgenes del tiempo
Perdona que te escriba tan tarde.
Ya sabes que él llega pronto.
Que se enfada cuando te escribo de forma que no puede borrarnos…
Que no entiende este espacio donde tú y yo somos eternos.
Ya sabes que golpea con fuerza, cuando nota que el llanto, y la risa, y nuestro anhelo, saben sin él al dulce e intangible presente donde la vida es mucho más amplia que el horizonte que imaginamos.
Mucho más amplia que el tiempo que se nos escapa de las manos mientras termino esta carta, con miedo a que él llegue pronto.
Perdona que lo nombre cuando te hablo de libertad, sobre un papel seco y un puñado de pensamientos avivados.
Soy presa de dos fuerzas que abarcan mis sentidos;
inundan todo mi ser dos nombres que no puedo olvidar nunca:
el tuyo, y el suyo, amor mío.
Nunca.
Extraña palabra que pronunció mientras el reloj sigue latiendo.
El sol empieza a esconderse,
y los pájaros ya despiden esta tarde.
Quizá mañana te escriba a tiempo.
Quizá allí, en medio del tiempo,
nos encontremos de nuevo
y escribamos otro capítulo en los márgenes.
Al margen,
donde se escriben las grandes historias;
donde habita lo que desborda porque no cabe limitarlo.