El teatro del mundo
El arte busca definir el ser. Busca y decapa, hasta que encuentra que en el centro del ser hay cambio constante. Y se encuentra, en el centro de su ser, con una incertidumbre que lo aplaca, y a la vez, lo alivia.
No hay posibilidad de definir algo que se evapora en el momento de ser expresado.
Somos seres etéreos, que albergan todas las fases de la materia, y que sin embargo, no la pueden dominar, si no experimentar.
Experimentamos y hacemos de nuestra experiencia una historia que necesitamos expresar para sanar y avanzar.
El arte expresa el presente, y el presente, al hacerse materia, es pasado.
El pasado alberga todo aquello que hemos sido, pero no limita la posibilidad de lo que hoy somos.
Porque somos Ahora, en el tiempo presente. Y en el presente, la mayor guía de quiénes somos es la confianza plena en lo que percibimos; por lo que actuamos, y erramos.
En el arte hayamos el error como un reflejo de nuestros actos; una causa inconcreta de nuestro ser momentáneo; la muerte de nuestro ‘Yo’ más cercano y más conocido; la deformación del ser por la que el ser puede existir y darse al mundo en una posibilidad infinita que trasciende los límites de lo físico.
El arte es un altavoz para contar las historias que es importante que sean contadas, que se hacen eco en un cuerpo, en un seno, en una comunidad; y que atormentan hasta que permitimos que el dolor sea escuchado y transformado en herramienta de cambio.
El arte es un camino hacia la aceptación de la metamorfosis.
Una vía de superación. Una bendición para crecer.
Habita entre la materia y el espíritu, espeja la esencia y traduce el alma individual, que es el alma humana, que es el alma del ser, de la vida y del mundo.
Si nadie hubiese escrito cuentos y novelas, y películas y obras de teatro… las personas no sabríamos que es normal que nos sintamos como nos sentimos cuando experimentamos la vida.
Si no existiese el teatro, el cine, la escritura… nadie conocería cuán vulnerables somos, cuánto anhelamos… y entonces mucha gente se sentiría rara y sola.
El arte es un acto de amor, incluso cuando cuenta las historias más terroríficas y enrevesadas,
porque sirve para mostrar, identificar y aprender. Para dotar de conciencia a través del saber profundo y colectivo. Para desarmar los límites que nos separan del mundo.
«No ser sólo una reacción al mundo, si no una fuerza activa en él»