El tiempo de proteger
A veces elijo callar.
Callar
Como si hablar fuese algo más propio
de los ojos que de las bocas
Callar
como si las palabras fuesen aprendices
torpes de los sentimientos.
Como si decirlo en alto,
según cómo,
hiciese ruido
y matase un silencio
donde el sentir
puede ser visto.
Como si el silencio, y el sentir,
estuviesen muriendo
en un tiempo en el que escucharse
por dentro rompe,
abruma y colapsa.
Un tiempo en el que llegar
a otro corazón
rompe, ciega y abrasa.
Un tiempo en el que unir,
compartir y ser uno con el otro
suena a perder, perderse y perderlo todo.
“El Tiempo de proteger”
Proteger lo que somos,
como si fuésemos algo estático;
al amar perdiésemos trozos,
y algún día,
quién sabe…
fuésemos sólo restos.
Proteger la vida,
como si la muerte no se pasease
entre las líneas,
como si amar no fuese también morir,
y en esa muerte renacer y ser alguien nuevo.
Como si perder no fuese parte de construirse,
y pudiésemos ser seres completos
más allá de los instantes
en los que amamos profundamente
conectados
olvidando el miedo.
Protegemos tanto,
hablamos tan alto,
callamos tan poco,
que el único amor que entra
en nuestro templo
es el propio…
Y allí,
a solas,
muere entre sus muros,
sin haberse dado.