El trayecto
La llevo en brazos,
y sangra,
y respira leve,
y se acurruca,
sin apenas poder moverse,
en mis brazos.
Y yo la miro, y trato de sacar de mi mente lo que siento, por un momento,
mientras miro por la ventanilla
no frena el miedo,
y pienso,
y de alguna manera, no sé ni como,
imploro
al cielo, si existe,
en medio de este autobús,
a solas,
para que ella vuelva a estar bien.
Para que vuelva a estar.
Para que vuelva.
Para que viva conmigo, y sin mí, todo lo que aún le queda.
Y que se haga vieja y transite.
Para ver sus ojos brillar, su piel relucir,
sin que la sangre,
ni el golpe
le hagan sombra.
Estoy aquí,
en esta sala,
ya la atienden de urgencia,
y yo solo pienso en no subir sola a ese autobús,
en no llegar sola a ese hogar que es el nuestro,
donde el amor reina, y sin ella fallece.
¿quién decide cuándo es el fin del trayecto?
Solo me queda esperar, y seguir amando, y que la esperanza no muera
y la fuerza
y las ganas
inunden este frío, blanco, pulcro, maldito y bendito hospital
donde lucha por su vida.
…
Es tarde.
No está conmigo.
No subirá hoy, no es esta hoy su parada.
Este viaje es mío ahora, solo mío. Sin ella.
Y aun así, es suyo,
porque ahora mis pasos son también suyos,
y mi camino ya tiene su nombre grabado en lo más hondo, a cada paso.
Porque ella ya está siempre,
aunque no pueda verla, ni escucharla,
la veo y la escucho,
y la siento,
y lo siento tan adentro que quisiera no sentir.
Quisiera volver atrás en el tiempo y verla al despertar cada día.
Pero el tiempo siempre avanza, y la vida enseña,
y solo el amor prevalece.
Lo demás no se llora ni se sufre.
…
Pasan los días,
y estoy empezando a convertir el llanto en rutina,
este trayecto de casa al hospital en camino,
y este autobús en hogar y limbo.
Sin siquiera ver a la gente a los ojos,
porque los ojos siempre quieren vivir y Lola no me mira, ni mira la vida.
Y yo quiero que miren, a pesar de que el amor,
ante la muerte y la enfermedad parezca insignificante.
Quiero que vuelva
y amar, si cabe, más fuerte.
Y viajar, si cabe, más cerca.
Y que la casa se vuelva a llenar de sus gestos y su viveza.
…
Ha pasado una semana.
Una semana vacía de todo lo que no es ella llenándolo todo en mi mente.
Ella: viva, nueva, alegre.
La vida nos ha dado una nueva oportunidad.