Sobre la creatividad
He vomitado sentimientos de ira, rabia, miedo, asco… acerca del proceso de crear, y de lo que los humanos hacemos de la creatividad cuando nos desconectamos de nuestra mayor fuente de inspiración, y nuestra esencia más irrefutable: la naturaleza. Nuestra naturaleza.
Es curioso que sea tan natural elevar el ego por encima de la propia Vida, y que eso nos haga tan inhumanos. Es curioso lo rápido que olvidamos. Lo rápido que olvidé:
Crear es superarse.
Crear no te llena, te vacía.
Crear es un proceso inevitable.
A mí me lo ha dado absolutamente todo, bajo una premisa: nada es verdaderamente mío.
Todo lo que escojo soy yo, y todo dejo de ser al instante, para ser otra nueva cosa.
«Eso soy yo» recogía el saber de antiguas escuelas griegas, refiriéndose a que tu alma habita en todas las cosas. Transita, sin pertenencia, por todas las cosas.
Crear me ha enseñado que nada permanece, y que a su vez, nada termina.
Que todo lo que hacemos está hablando de nuestra existencia, de la vida,
de aquello que es mucho más grande que nosotros y que por dentro nos araña.
Creamos por instinto, y observamos después cómo se comporta aquello que hemos creado para crear algo nuevo a partir de lo observado.
Sucede todo el tiempo. Quizá la Vida en sí es una obra de arte.
Hacemos un fuego para encender una estufa y nos quedamos un rato observando.
Por si se descontrola; claro, bajo una mente lógica.
Pero por encima de la lógica hay algo más…: curiosidad.
Porque de alguna manera, al hacer fuego, nos sentimos identificados con su naturaleza.
Y queremos estar presentes cuando algo suceda y provoque que esa naturaleza se modifique.
Aunque ese suceso a veces sea simplemente el tiempo.
Eso mismo hacemos con los hijos, con las relaciones, con el arte, con el trabajo.
Estamos porque el mero hecho de estar nos atrae. Estamos porque estar presentes es ser y es evolucionar.
Y ¿qué palabra resume mejor la existencia que evolución?
Evolucionar: mudar, cambiar, desarrollarse, transformarse.
Crear: producir, dar principio, dar lugar, engendrar, dar vida, hacer nacer
Evolución y creación van de la mano, son escalones de la misma escalera, son consecuencia una de la otra,
se retroalimentan y nos ofrecen este ciclo eterno de Vida y Muerte donde nacemos y morimos, creamos y vemos cambiar y transformarse todo.
«Aquello que nos hace brillar los ojos es para lo que estamos hechos»
Y si la vida es un ciclo que termina y comienza en la muerte, de lugares muertos también proviene la vida.
Quizá incluso, brote con más fuerza.
Lugares donde el talento no quiere ser visto,
donde nadie quiere crear porque nadie quiere ver morir de nuevo.
Donde nada parece cambiar, porque nada quiere verse destruido.
De esos lugares nace la creatividad como una fuente que no deja de manar ni entre las peores desgracias.
Hay personas, momentos y recuerdos que nos hacen brotar ideas que vienen directas de una raíz que no terminamos (ni terminaremos) de conocer del todo, pero nos hace crecer.
De mis historias crecen en mí las necesidades.
El deseo de representar a través de la fantasía la realidad, que no siempre es tan fantástica.
De esa libertad de explorar sin miedo la fantasía, se establece en mí una fuerza que me hace, por instantes, sentir libre.
Sentir que Yo, esa búsqueda que todos trazamos,
está más cerca de ser algo capaz de mutar su forma, su color y su textura tantas veces como sea necesario, que de algo complejo, acabado, y mucho menos, perfecto.