Yo no me daba cuenta de que vivía con un miedo intenso…, hasta que un día en una conversación, me vi cortando constantemente el tema cada vez que salía, evitando hablarlo, y en el fondo, queriendo ignorar que existe.
Ese mismo día me explicaron esta metáfora,
con esa pregunta que suele costar responder:
¿a qué tienes tanto miedo?
Me resistí, pero respondí.
Y sólo al verbalizarlo, al decirlo en alto, sentí que se desvanecía el peso que me hacía caminar encogida de hombros.
Lo entendí rápido…
Decirlo en alto era dar luz a una sombra.
Con mis miedos hechos palabras, había iluminado con un gran foco a mi monstruo, y visto a la luz, era más bien pequeño, e incluso algo ridículo.
Era sin luz cuando la sombra que proyectaba parecía inmensa y se adueñaba de todo el espacio.
No es que el miedo se haya evaporado, pero desde este momento, trato de ver la magnitud real del miedo, y no todo lo que aparenta crecer, y a todas las áreas de mi vida a las que salpica cuando evito mirarlo de frente.
“Aquello que más temes, ya te ha sucedido”